Voyeurismo, ¿por qué me excita tanto ver a otras personas teniendo sexo?

Todos tenemos algo especial que nos excita muchísimo, algo que tal vez no debería ser tan normal, pero que a nosotros nos encanta, porque supone una especie de fetiche o fantasía cumplida que nos hace volvernos locos de pura pasión. Es algo que nace de dentro, del alma, y que se convierte en uno de nuestros deseos favoritos, aunque no tenga demasiada lógica. Hay quien disfruta muchísimo con prácticas como el cuckholding, pero a mí lo que más me excita es el voyeurismo. Me encanta ponerme a espiar a los que están empezando a disfrutarse, a darse placer, sin que ellos me vean. Es algo que ya comenzó desde muy pequeña, y que con la edad he seguido realizando, siempre que he podido. Hay pocas cosas que me enciendan más que eso.

Sé que a muchas más personas voyeuristas por aquí, pero la mayoría no lo reconocen porque les da vergüenza. Sigue habiendo muchos tabúes en el sexo, y esta fantasía, además, involucra a más personas, así que es aún más complicado ser valientes y demostrar que la pasión también puede venir de ver a dos amantes hacerse gozar. Es como compartir, en parte, todo ese vicio, sin que ellos lo sepan, como si fuera un secreto prohibido que hay que guardar. Tal vez esa sea la clave de todo, el hacer algo que está prohibido, y el morbo que eso siempre produce. Lo cierto es que el voyeurismo me provocó mucha curiosidad desde bien jovencita, pero fue al cumplir la mayoría de edad cuando entendí que iba mucho más allá de una simple fantasía…

Con dieciocho años pillé a mi mejor amiga haciéndolo con su novio

Poco después de cumplir los dieciocho tuvimos una fiesta bastante salvaje en el chalet de una amiga, donde había un montón de gente. Bebimos muchos, bailamos hasta caer rendidas y nos lo pasamos genial. En un momento de la noche, cuando la gente ya estaba empezando a marcharse, perdí de vista a mi amiga. La última vez que la vi estaba morreándose con su novio, un chico con un cuerpo espectacular y muy apasionado, según ella misma me había contado. Sin darle mayor importancia, entre en la casa para ir al baño, pero escuché unos sonidos familiares en la habitación del fondo del pasillo. Me acerqué con cuidado, y pude comprobar, con la puerta medio abierta, que mi amiga y su chico estaban haciéndolo en aquella habitación, con ella sobre él, disfrutando como si fuera una auténtica actriz porno.

Escondida tras la puerta comencé a masturbarme

No habían tomado muchas precauciones para cerrar la puerta porque se supone que nadie, salvo ellos, yo y alguna amiga más, podía entrar en la casa. Los demás se quedaban fuera, así que no había peligro para que les descubriesen… salvo por mí. Me quedé fascinada con la escena, y desde detrás de la puerta, tratando de no hacer mucho ruido, me puse a mirar cómo el chico se follaba a mi amiga en todas las posturas posibles. Me puse tan cachonda que no tardé en meter mi mano por dentro de la braguita del bikini, para empezar a masturbarme mientras los gritos de mi amiga iban en aumento. Los ojos se me cerraban de placer pero procuraba mantenerlos abiertos para no perderme ni un momento de todo aquello. Llegué al orgasmo en cuestión de minutos y fue una de mis mejores experiencias.

Encontré a muchas chicas a las que les gustaba mirar

Sorprendida por aquello, entendí que esto de ser voyeur me ponía muchísimo, así que poco a poco comencé a buscar la manera de disfrutar de muchas más parejas haciéndolo. En ocasiones, cuando íbamos con los novios de mis amigas a cualquier casa rural o a la playa, les incitaba para que se enrollasen, y poder verlo todo. En otras ocasiones he llegado incluso a acudir a los sitios donde sé que van las parejas a montárselo en el coche. Estar allí es como el summum del vicio para un voyeur, y aunque pensaba que solo me iba a encontrar con un montón de chicos como yo, al final también hay muchas mujeres a las que les interesa todo esto del voyeurismo, algo que por otra parte es lógico, porque resulta muy excitante.

Con el tiempo he conseguido quitarme de encima el tabú y se lo he comentado a algunas amigas, o a chicas que he ido conociendo, precisamente por el tema de esta afición. Ellas me reconocían que también tienen curiosidad por el voyeurismo, y que les pone muchísimo que las vean haciéndolo con sus chicos. Alguna incluso me ha dejado estar presente en algún polvo, cosa que he agradecido muchísimo. La experiencia más salvaje tuvo lugar con una chica de Madrid a la que conocí en un foro sobre el tema, y que me invitó a su casa para quedarme allí con ella y su novio. Acabaron haciéndolo delante de mí, en el salón, mientras yo me masturbaba en el sofá de al lado. No acabó en trío de milagro, pero yo salí igualmente satisfecha.

Me gustaba ver, pero también que me vieran a mí

Con el paso del tiempo y gracias a toda la experiencia que he ido cogiendo, he entendido que esto del voyeurismo muchas veces es un camino de ida y vuelta, que empieza normalmente excitándote cuando ves a dos personas haciéndolo, por lo prohibido de estar presente en esa escena, pero que también acaba haciendo que tú también te excites cuando sabes que alguien te está viendo hacerlo, porque igualmente, tiene ese matiz prohibido. Tardé un poco en entender que yo también estaba deseando que alguna de estas chicas me viera follando con un chico, pero cuando lo hice, no dudé en hacer partícipes a algunas amigas de mi descubrimiento, a veces con el permiso del chico y otras veces a sus espaldas, que era aún más morboso.

En aquellas experiencias entendí que me excitaba muchísimo más cuando sabía que había alguien mirando lo que hacía. Era como si me pusiera mucho más guarra y lasciva, me dejaba hacer de todo y hasta gritaba un poco más. Disfrutaba muchísimo sabiendo que al otro lado de la puerta, o en la misma habitación, había otra persona que nos estaba viendo, que parte de la intimidad del sexo se perdía por completo pero que a su vez eso también lo hacía todo mucho más excitante y morboso. El placer que he disfrutado en esos momentos es incomparable, y por eso me encanta reconocer que soy una voyeur de categoría.