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Me pagué la carrera tirándome a mis profesores

Tengo un recuerdo muy bueno de mi etapa universitaria, aunque más bien debería decir de mi etapa juvenil, alrededor de los veinte años. Estudié la carrera de Administración y Dirección de Empresas en una ciudad grande, y me lo pasé mucho mejor fuera de clases que en la facultad. Supongo que a todos los universitarios les pasa, pero es cierto que yo en aquellos tiempos no hacia demasiado caso a las clases. Prefería salir por ahí, conocer chicos y llevármelos a mi piso a follar con ellos toda la noche. Eso sí, casi siempre lo hacía con hombres más mayores, y sobre todo, nunca con compañeros de clase. Debía mantener una buena imagen ante ellos porque en la facultad los rumores corrían muy rápido, y los chicos solían ser despiadados con aquellas mujeres que se mostraban más “ligeras de cascos”. Algún que otro rollo tuve con mis compañeros, pero la mayoría me parecían unos niñatos sin mucho que aportarme.

Yo ya me fijaba mucho más en los hombres más mayores, porque me ofrecían algo diferente a mis compañeros. Eran personas adultas y responsables, con las que se podía hablar y también tener buen sexo. Además, yo notaba que llamaba mucho la atención ya en aquellos tiempos, y por supuesto, supe sacar partido. Tengo un recuerdo algo vago de aquella época en lo que a las clases se refiere, y apenas recuerdo a mis profesores, pero hubo algunos que no olvidaré jamás. No por sus clases o por su vehemencia a la hora de explicar conceptos económicos, sino por los polvos que echamos. Se podría decir, incluso, que me saqué la carrera gracias a lo bien que follo. Y es que cuando una tiene un arma tan poderosa no puede guardársela, aunque muchos piensen que lo que hice no era precisamente justo, ni siquiera moralmente correcto. Estaba experimentando, era muy joven y para mí no existían tabúes, así que podía hacer lo que quisiera. Claro que si me pillaban, seguramente el escándalo hubiera sido mayúsculo. Aquello, sin embargo, me importaba muy poco cuando se trataba de conseguir una buena nota en la “revisión” de un examen.

Una situación complicada

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En aquellos años me mudé a una gran ciudad precisamente para estudiar la carrera. Estaba lejos de mi familia y aunque me ayudaban en lo que podían, tuve que buscarme las habichuelas por mi cuenta. Conseguí un buen piso, con una compañera que apenas paraba por allí y solía dejarme tranquila cuando llevaba a cualquier chico. Era una buena zona de la ciudad así que el alquiler no era precisamente económico. Sumándole a eso que había que pagar luz, agua, Internet… Y además estaban los gastos de las clases y la universidad. Estuve en algunos trabajos temporales, pero lo cierto es que me aburría pronto porque pagaban una auténtica miseria y se aprovechaban muchísimo de mí. Así que llegué a tercero de carrera con una situación complicada, agobiada por el dinero y con unas notas que tampoco eran una maravilla.

Mis profesores estaban locos por mí

En los años anteriores yo ya había notado que muchos profesores se fijaban especialmente en mí. Éramos casi ochenta compañeros en clase, y había más o menos equidad entre chicos y chicas. Sin embargo, yo solía ser la más llamativa de todas. Había chicas de mi edad o un poco más mayores, pero iban vestidas demasiado pijas incluso para cualquier clase. Yo me arreglaba, sí, pero no a ese nivel. Prefería los vestidos más cortos, e incluso los tops, cuando llegaba la temporada. Había descubierto el efecto que las transparencias y los escotes tenían entre los hombres y pensaba sacarle partido a todo mi potencial. Algunos profesores incluso perdieron el hilo de lo que estaban explicando al cruzar su mirada con mis prominentes curvas.

Uno de ellos, Julián, me puso un 4 en un examen decisivo, así que fui a verle para la revisión. Iba con uno de mis tops más llamativos, dejando bien a la vista mis senos. Él lo notó desde el primer momento, y se mostró muy cariñoso y atento conmigo. En un momento dado, me explicó que la nota podría subir, siempre a cambio de algo especial… Yo sonreí pícaramente y entendí a la perfección lo que decía. No necesite mucho más para lanzarme a su entrepierna, y empezar a chupársela mientras le escuchaba dar pequeños suspiros de pura satisfacción. Resultado: un seis después de la revisión, y la promesa de llamarme en más ocasiones, para seguir con nuestros jueguecitos. Así lo hizo poco después, y yo vi una oportunidad para salir de mi pobreza.

Me convertí en la puta de la universidad

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Julián aceptó pagar por tener sexo conmigo, y pronto aquellos encuentros esporádicos se fueron haciendo cada vez más y más habituales. Otros profesores se enteraron, no sé de qué forma, y empezaron también a ponerse en contacto conmigo. Algunos ni siquiera me daban clase, pero me habían visto, o Julián les hablaba de mí. Así pasé todo tercero de carrera follándome a los profesores, en sus casas, en hoteles o incluso en los despachos de la facultad. Alguna que otra vez estuvieron a punto de pillarnos, pero por suerte eso no sucedió. Temía que alguno se fuera de la lengua donde no debía y destapara que me había convertido en una prostituta con todas las letras, pero ellos tenían aún más miedo de mí. Al final, yo siempre podía decir que me habían obligado, y tenía todas las de ganar.

Acabé convirtiéndome en la puta de la universidad y obviamente, los rumores empezaron a correr entre mis compañeros. Se preguntaban cómo era capaz de sacar tan buenas notas si apenas aparecía por clase. La cosa no pasó de ahí, aunque tuve que escuchar alguna que otra indirecta, sobre todo por parte de las envidiosas de mis compañeras. Al año siguiente, el último de carrera, ya había ganado dinero suficiente para tener mayor libertad, y decidí cortar con este otro trabajo, al menos dentro de la facultad. A veces recibía a algún cliente en mi piso, o me iba a su casa, y con eso ya tenía para pagar facturas. Terminé la carrera mucho más tranquila, ya que el dinero me aportaba seguridad para estudiar con tranquilidad y mejorar mis notas sin necesidad de revisiones especiales.

Una experiencia interesante

Aquella experiencia me permitió abrir los ojos definitivamente a la hora de entender el potencial que tenía con los hombres. Era capaz de conseguir que cayeran en mi tentación siempre que quisiera, al menos la mayoría de ellos. Claro que no siempre iba a ser igual de interesante, e incluso hubo ocasiones en las que prefería no llevar a cabo ningún servicio, ni siquiera pagándome, porque el tipo no me gustaba en absoluto. Sin embargo, a estas alturas creo que fue una experiencia muy útil para abrir mi mente, y por supuesto, disfrutar de unos años universitarios más divertidos y excitantes. Cuando hablo de esta etapa siempre omito el detalle del sexo con los profesores, pero a algún chico sí que se lo reconocí y para mi sorpresa, me dijo que aquello le parecía muy sexy…